Acerca de la Esperanza...

Esperanza...

Es esa mano amiga que es extendida en los momentos de profunda incertidumbre y desesperación.

Es esa voz dulce que te susurra palabras de contención y seguridad en esos momentos de pura desolación y desconcierto.

Son esos oídos prestos a oir nuestras tempestades cuando nadie quiere oírnos, cuando de nosotros brota la negatividad en la que hemos caído, por el sufrimiento que nos brota desde adentro ante tanta incertidumbre y pérdidas de todo tipo.

Son esas personas voluntarias anónimas, que nos escuchan con amor y énfasis de comprendernos, poniendo de su tiempo y amor sin conocernos a cambio de nada, sólo con el simple hecho de querer vernos y de sentirnos mejor.

Es ese grupo de pares en el que no nos sentimos de otro planeta, porque podemos desahogarnos y contar tal cual nos pasan las cosas, sin necesidad de máscaras, sin necesidad de ocultarnos, simplemente siendo y mostrándonos tal cual somos.

Es ese amigo que aunque no entienda lo que te sucede o lo que sientes se queda a tu lado a hacerte compañía cuando todos se van.

Es esa pareja que no huye despavorida ante el problema, por más que no entienda, por más que los médicos no sepan lo que la persona tiene ni cómo explicarlo, por más que en apariencia nadie sepa cómo ayudarla, se queda ahí acompañando y viendo cómo ayudarla en lo que pueda en silencio.

Es ese hermano o ese familiar que cobija y cuida, que quizá no comprenda acerca de lo que le sucede a su ser querido, pero por el simple hecho de verlo sufrir trata de abrazarlo en su sufrimiento y brindarle su compañía silenciosa y trato amable y amoroso, que llena el alma del enfermo.

Es ese médico con profunda vocación y amor al prójimo, que constantemente trabaja su humildad y acepta muchas veces que no sabe, pero aún así sigue apoyando a su paciente y no lo abandona en el camino de su enfermedad, por más difícil e incierto que este parezca.

Es ese psicólogo o terapueta que efectúa su trabajo con amor y el mayor compromiso posible, prestando una escucha atenta y compasiva hacia el que sufre, esa escucha que solo por el hecho de uno sentirse verdaderamente escuchado ya se transforma en un acto sanador y uno se va liberando de cargas emocionales.

Es esa voz en tu interior, consciencia o Dios hablándote que te dice no te rindas, aún puedes seguir luchando un poquito más, aún en los momentos de mayor dificultad o desasosiego.

Y. Ledezma.